
El sonido de la infancia
El grupo chileno Mazapán lleva 41 años tocando y cantando juntas. Siete maravillosas mujeres le han impreso a sus canciones un sello de calidad que las ha hecho traspasar fronteras con su profundo respeto y admiración por los niños y su mundo.
Por Soledad García-Huidobro
Queridas, reconocidas, entrañables y grandes mujeres son las siete integrantes del grupo musical Mazapán que, desde 1980, han acompañado a generaciones tras generaciones con canciones que forman parte de la memoria colectiva de un país entero, como la inconfundible “Una cuncuna”, el mayor éxito del grupo.
Cecilia Álamos, Victoria Carvallo, María de la Luz "Lulú" Corcuera, Cecilia Echenique, Carmen Lavanchy, Verónica Prieto y Michelle Salazar venían de distintas disciplinas cuando decidieron unirse para entretener al público infantil de los 80. Entre ellas, solo cinco años de diferencia marcan el rango de edades, y cada una tiene un rol indispensable dentro del grupo, haciendo que la autoría de las canciones sea democrática e individual.
Con un talento y melodías maravillosas crearon canciones para niños que trascienden en el tiempo y nos hablan de conexión con la naturaleza y respeto. Han sido canciones creadas “para ellos y pensando en ellos”, como nos cuenta Michelle Salazar. Y, aunque en lo musical se han paseado por variados estilos y cuentan con una exquisita instrumentación, van por un trasfondo mayor: inculcarle valores a los más pequeños, mismos valores que recibieron de sus padres y la familia, valores que promueven el “compartir, el respetar, el juego, el pedir las cosas con "por favor y gracias"”, dice Verónica Prieto.
La música es un elemento fundamental en la vida, “nos abre el alma a todos los seres humanos. Es una gran compañera, nos invita a cantar, bailar, soñar despiertos. Sin darnos cuenta aprendemos sobre estilos, épocas, instrumentos y vamos adquiriendo la capacidad de elegir qué música nos gusta y en qué momento”, nos dice Michelle Salazar. Y es que realmente es el vehículo del alma, “la música no tiene fronteras; un niño del Ecuador como un niño de Haití o de otro lugar del planeta puede gozar de nuestras canciones aunque no entienda el texto. La música es un lenguaje universal”, suma Verónica.
Hoy, luego de 41 años, saben que su música ha permanecido los corazones porque han hecho las cosas con mucha dedicación, con un gran esfuerzo, cariño y respetando a los niños. “Siempre estamos con proyectos, con ganas de seguir grabando canciones nuevas, pero al estar en pandemia todo se hace más lento y eso ayuda a cultivar la tolerancia y paciencia”, comenta Verónica.

- Uds nunca se han separado, ¿cuál es la clave para mantenerse unidas por más de 40 años?
Michelle: La clave para permanecer unidas 41 años es el amor que le tenemos a lo que hacemos. Gozamos tocando y cantando juntas y nos llena de alegría el cariño que recibimos de nuestro público.
Producto de la pandemia estamos a media máquina; logramos sacar un CD nuevo a fines del 2019 que está en Spotify, pero que lamentablemente no hemos podido darlo a conocer mucho en recitales por todas las restricciones que por ahora existen. Tenemos material para grabar nuevos Cds y por ahora cada una estudia sus partes en su casa.
- Con su música hemos crecido generaciones, desde los 80 hasta el día de hoy, ¿cuál es el cambio más positivo y el cambio más negativo que han visto en los niños durante el paso de los años?
Verónica: Hoy día hay un acercamiento maravilloso entre padres e hijos. Los padres están más presente en la crianza y así son niños más seguros, alegres y felices. Creo que decir que los niños han tenido un cambio negativo sería injusto, somos nosotros como padres que hemos caído en la voracidad de las redes sociales.
Michelle: Creo que los niños de ahora y de antes tienen la misma esencia. Son curiosos, les encanta la naturaleza, jugar al aire libre, cantar y bailar, mirar un bonito libro y escuchar sus historias.